Tazón de Madera

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera
y su nieto de cuatro años. Se mudó de casa.
Estaba sólo y deseaba compartir en sus últimos
días. Los años no pasaron en balde y ya las
manos le temblaban.
La vista era torpe y los pasos no eran tan
fuertes como hace unos años. Toda la familia
comía junta en la mesa. Pero las manos
temblorosas y la vista enferma del abuelito
hacían del alimentarse un asunto difícil.

Los guisantes caían de su cuchara al suelo y
cuando intentaba tomar el vaso, no era difícil
que se derramara la leche sobre el mantel.
El hijo y su esposa se cansaron de la
situación:
¡¡¡Tenemos que hacer algo con el abuelo!!!, dijo
el hijo.
¡¡¡Ya he tenido suficiente y estoy muy harto de
esta situación!!!. "Derrama la leche; hace ruido
al comer y tira la comida al suelo" .Así fue
como el matrimonio decidió poner una pequeña
mesa en una esquina del comedor; pasaban los
días y el abuelo comía solo mientras el resto
de la familia disfrutaba la hora de comer.

Como ya había roto varios platos, su comida era
servida en un "tazón de madera". De vez en cuando
miraban hacia donde estaba el abuelo y podían
ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí
sentado SÓLO... Sin embargo, las únicas palabras
que la pareja le dirigía, eran fríos llamados
de atención cada vez que dejaba caer el tenedor
o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio...
Una tarde antes de la cena, el papá observó que
su hijo estaba jugando con trozos de madera en el
suelo, y le pregunto dulcemente:
"¿Que estas haciendo?"
Con la misma dulzura el niño le contestó:
"Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para
mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman
en ellos, y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño
golpearon a sus padres de tal forma que
quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus
mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al
respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del
abuelo y lo guío de vuelta a la mesa de la
familia. Por el resto de sus días ocupo un lugar
en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el
esposo ni la esposa, parecían molestarse mas cada
vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba
o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos
observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes
procesan los mensajes que absorben.
Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz
para todos los miembros de la familia, ellos
imitarán esa actitud.
Seamos instructores sabios y modelos a seguir.
enviado por: Fernanda G. Rios

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